Elizabeth Harvey tiene la vida resuelta. Vive en un lugar tranquilo de Los Ángeles, tiene un trabajo que adora junto a su madre adoptiva, y ha conseguido que la industria de la música se olvide de que alguna vez existió: la que una vez fuera la niña más mimada del rock desapareció con su apellido, y su padre quedó enterrado en el olvido junto con su cadáver.
O eso...