Tinta corrida

Situada en la década de 1920, plantea el problema de la desigualdad de la mujer y las consecuencias que acarreaba su sumisión al padre y al marido. 

Una narración con un gran mensaje de fondo. Hará reflexionar al lector sobre las difíciles circunstancias a las que se enfrentaba la mujer a principios de siglo, sometida a la voluntad de sus padres y a la insidia social si se desviaba del camino que le había sido trazado. Sin embargo, el autor consigue no convertir la novela en una lección moral ni en una novela de tesis y el mensaje pasa al lector de forma sutil y sin molestas moralejas. 

Aunque se trate de una novela romántica que presenta una historia particular, su trama va más a allá con la intención de poner en relieve el duro camino que las mujeres han tenido que transitar para conseguir su libertad. En este caso no se trata de relatar la vida de una gran heroína ni sus grandes hazañas, sino la de una mujer normal. 

La novela también aborda el eterno debate sobre la monogamia y la doble moral con que se construye este concepto y la ambigüedad entre amor y fidelidad.

La obra refleja en su fondo el desarrollo de Argentina en los años 20 a través de la bonanza agrícola y ganadera que atrajo a empresas poderosas como la Ford que en 1913 instaló su segunda sucursal allí después de la de Inglaterra. Hace hincapié en la política y sus encrucijadas morales, en particular en el radicalismo en la joven república; los favores políticos; el clientelismo y la compra de votos que llevan a fervientes y honestos activistas a la desilusión.

A través del comportamiento arbitrario de la familia de la protagonista, el narrador construye un discurso crítico frente al sistema capitalista, la hipocresía que lo envuelve y que justifica ideas retrógradas que causan un terrible daño social. Actitudes mojigatas que llevan a aceptar, entre tantas cosas, la infidelidad por temor al aislamiento social. 

Personajes bien recreados, física y psicológicamente. La mayoría son emigrantes italianos.