Edición 2004 Premio Planeta de Novela
GANADOR
Eva Agulló se ha hecho famosa con un libro sobre adicciones. La propia Eva es, en realidad, una adicta. Adicta al alcohol, a la angustia, a la valoración de los otros. En una carta-diario escrita a su hija recién nacida mientras su madre agoniza en el hospital, Eva intenta explicar de qué familia viene para poder imaginar hacia qué familia se dirige.
A caballo entre el pasado, el presente y el futuro, entre Nueva York, Madrid y Alicante, reconstruye la historia nunca contada de la familia Agulló Benayas: los secretos a voces, las herencias, materiales o no, que los padres legan a sus hijos, y cómo para algunos lleva toda una vida aprender a vivirla. Para acabar concluyendo que la vida es, en sí misma, un milagro. Un milagro en equilibrio.
“Sé que cuando tú seas mayor podrás juzgarme igual que yo un día juzgué a mi padre, y eso me aterra, porque pienso que si mis padres no supieron hacer las cosas de otra manera, es más que probable que yo tampoco sepa transmitirte nada válido, que cometa los mismos errores y vuelque en ti mis frustraciones y mis miedos, que no sepa contener mis s de mal genio, esconder mis inseguridades y mis neuras, ser refugio ni consuelo cuando me necesites.” Fragmento del libro Un milagro en equilibrio.
FINALISTA
Esta historia impactante arranca el día en que el protagonista, un joven rebelde pero desconcertado, conoce en una partida de cartas a un personaje que le marcará durante mucho tiempo. El Rubio, un jugador de cartas profesional, le va a permitir asomarse a un mundo que desconocía y en el que se funden la sensualidad, el riesgo, la libertad y el aliciente de transgredir las normas de una sociedad que le condenaba a un futuro gris.
Con La vida en el abismo, Ferran Torrent no sólo evoca uno de los personajes que más ha querido, sino que efectúa una magnífica reflexión sobre el juego como mecanismo inherente a la condición humana y describe a la vez un poderoso viaje de iniciación, el suyo propio, con el pulso firme del escritor que ha vivido para contarlo.
«Entre nosotros dos surgió una corriente de simpatía. A medida que le iba conociendo se convirtió en mi ídolo, en mi protector, en el padre —una figura ausente, de baja por enfermedad— que tanto había echado en falta. Me atraían y todavía me atraen los tipos que vulneran las normas, los que viven al límite, los que aceptan el riesgo como parte natural de la vida, los que se lo juegan todo a una carta —incluso en el sentido metafórico de la expresión—, aquellos que, si lo pierden todo, no expresan ni una palabra de lamento, ni una queja, conscientes quizá de que la derrota es una motivación para recuperarse y el éxito un permiso para seguir recorriendo un angosto sendero flanqueado únicamente por enormes acantilados, en el que se han acostumbrado a vivir porque todo lo demás, lo que interesa a la mayoría, les aburre, les agobia hasta el extremo de anular su personalidad.» Fragmento del libro La vida en el abismo